Hay complejos ferroviarios que, además de ser punto de partida, transbordo o llegada de miles de pasajeros cada día, son auténticas joyas arquitectónicas. Repasamos cinco de las estaciones de tren más bonitas del mundo, ya sea por su majestuosidad, las historias que esconden o la frenética actividad que aúnan.

St Pancras International, en Londres

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Ubicada en el distrito de Camden, la estación St Pancras International es considerada por muchos una obra maestra de la arquitectura gótica victoriana. Fue diseñada por William Barlowse en 1868 y, tras ser bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y utilizada como punto de partida de las tropas, en 2007 sufrió una profunda restauración para recibir los trenes de alta velocidad Eurostar.

Millares de ladrillos rojos cubren la fachada de la estación y varias estatuas de bronce decoran y aportan dosis artísticas al edificio, como The Meeting Place, una pareja en actitud cariñosa obra del escultor Paul Day que simboliza el romanticismo que evoca una estación de tren. La nave central también acoge la estatua del poeta inglés John Betjeman, que consiguió paralizar el proyecto de derribo del edificio en los años 60.

 

Grand Central Terminal, en Nueva York

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No podía faltar la estación más cinéfila de La Gran Manzana, la Grand Central Terminal. Con 44 andenes y un tránsito de más de 700.000 personas diarias –entre viajeros y turistas−, la estación neoyorquina cuenta con un imponente vestíbulo central de mármol de Tennessee, sostenido por 1.500 columnas y reforzado por acero. El cielo del vestíbulo fue creado por el pintor francés Paul César Helleu, con la peculiaridad que las constelaciones están pintadas al revés. Además, el edificio clásico ha sido el plató de escenas de míticas películas. Con la muerte en los talones, de Alfred Hitchcock; Tiempos modernos, de Charles Chaplin; o, Superman, de Richard Donner, tuvieron como escenario la estación inaugurada en 1913.

 

Gare do Oriente, en Lisboa

En motivo de la Exposición Universal de 1998, Santiago Calatrava proyectó la estación de Oriente en Lisboa, que supuso el impulso para transformar el Distrito Olivais de la capital lusa. El hormigón, el acero y el vidrio son los materiales protagonistas de la obra que, fiel al estilo del arquitecto español, se distingue por su impactante cubierta: un esqueleto de acero cubre las ocho vías elevadas y sus andenes. La estructura está cubierta únicamente con vidrio, que dota el complejo de mucha luz natural. Actualmente, la estación representa un nudo de intercambio de trenes, autobuses, metro y taxi.

 

Estación de trenes de Maputo, en Mozambique

Construida a principios de siglo XX, la estación de trenes de la capital de Mozambique luce como una auténtica joya arquitectónica y representa uno de los puntos neurálgicos de la actividad cultural de la ciudad. El edificio es obra de los arquitectos portugueses Alfredo Augusto Lisboa de Lima, Mário Veiga y Ferreira da Costa. La construcción se caracteriza por su majestuosa fachada de piedra con franjas de pintura verde agua que preside un reloj ornamentado al estilo victoriano. En el interior, aún están presentes los restos de su pasado colonial con los azulejos portugueses que decoran el recinto.

 

Estación de Atocha, en Madrid

Y acabamos la particular selección con el mayor complejo ferroviario de España que recibe más de 11 millones de viajeros al año. La estación de Atocha, obra de Alberto Palacio e inaugurada a mediados del siglo XIX, es un perfecto ejemplo de la irrupción de la arquitectura de hierro que llegó con la revolución industrial. La gran cubierta de hierro y cristal se hace eco de ello.

La estación, que se remodeló y amplió en 1992 para adaptarla a la llegada del tren de alta velocidad, se divide actualmente en tres estaciones: Madrid-Puerta de Atocha, Madrid-Atocha Cercanías y la estación de metro de Atocha Renfe. Uno de los atractivos es el invernadero tropical con más de 7.000 plantas ubicado en el vestíbulo principal.